En
esta serie de reseñas dedicadas a los libros que en cierta manera nos marcaron,
me viene a la memoria uno al que le tengo especial cariño: La historia
interminable.
Este
libro llegó a mis manos cuando yo tenía unos 11 o 12 años de manos de mi madre,
que, como buena profesora, siempre trató de inculcarnos el hábito de la lectura
(cosa de la que hoy en día le estoy muy agradecido) y que a día de hoy todavía
atestiguan las estanterías llenas de libros que aún conservo en mi casa.
Sin
entrar en spoiler, porque creo que cada libro debe descubrirlo cada uno
individualmente, si me gustaría destacar que una de las cosas que más me llamó
fue la dualidad de personajes que pose
Por un lado, tenemos a Bastian Buch, un chico regordete, tímido sin muchos amigos y al que le encantaba leer, personaje con que yo en aquel momento me sentía plenamente identificado y con el cual podía empatizar.
Y por otro lado, tenemos a Atreyu una especie de alter ego aventurero con el cual podías sentir todas las emociones y peligros de las aventuras desde la seguridad de tu cuarto.
Por un lado, tenemos a Bastian Buch, un chico regordete, tímido sin muchos amigos y al que le encantaba leer, personaje con que yo en aquel momento me sentía plenamente identificado y con el cual podía empatizar.
Y por otro lado, tenemos a Atreyu una especie de alter ego aventurero con el cual podías sentir todas las emociones y peligros de las aventuras desde la seguridad de tu cuarto.
También
una narrativa que mezclaba un mundo real con uno de fantasías, lleno de
elementos extraños por descubrir. Estas cosas hicieron que
mi imaginación preadolescente se disparara y que estuviera deseando que llegara
la tarde para irme a mi cuarto y seguir con la historia.
Otra
cosa que me gustaría destacar es que a pesar de que ya existía una película
bastante famosa basada en el libro, con el aprendí de las bondades de la
literatura, aunque la película me gustó, disfruté muchísimo más del libro por
la sencilla razón de que el libro desarrollaba muchísimo más ese mundo de
fantasía que tango me gustaba como más personajes y zonas y con unas relaciones
entre los personajes más profunda y mayores matices.
Aprendí
que tanto el cine como la literatura son dos formas de artes con sus lenguajes
propios y que cada uno tenía sus bondades y defectos, y que el disfrute de uno
no impide del disfrute del otro, siempre y cuando se hagan las cosas
correctamente claro está.

Juan Francisco Benítez Almeida
Bibliotecario en Biblioteca Universitaria de adultos
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